Las cifras demuestran que un mal jefe genera costos 300 o más veces mayores a los errores que cometen los dirigidos. Y sin considerar que en un altísimo porcentaje los dirigidos cometen los errores por la presión de los malos jefes. ¿Quiénes son los “malos jefes”? Aquellos que ocupando funciones de dirección, delegan la misma a su EGO. Son aquellos que lo saben todo, que no aceptan opiniones ajenas, que no tienen colaboradores sino vasallos, que reducen toda su empresa a un conjunto de procedimientos que se debe cumplir y no la visualizan como un conjunto de personas que deben desarrollarse. Aquellos que se quejan de la rotación del personal, de la indisciplina, de la calidad resultante. Aquellos que sólo dan “una oportunidad” y no conciben que los errores en realidad son maestros. Aquellos que se visten de soberbia y prepotencia, y que invitan una cerveza a su gente para comprarla, no para agradarla. Aquellos que todo lo encuentran mal, que piensan y dicen que los únicos perfectos son ellos. Son los verdaderos causantes de las pérdidas de su empresa y todos lo saben… menos ellos y los que los protegen en la organización.
El problema no es local, es mundial. Desde hace mucho tiempo se tiene conciencia y se trata de solucionar el problema con Capacitación. Los resultados han sido nulos, y la razón es simple: no es un problema de no saber sino de no ser. La solución no está en llenar esa cabeza de conocimientos de relaciones humanas, liderazgo, empatía; la solución pasa por la reconstrucción del individuo como persona. En pocos casos extremos se debe recurrir a la terapia psiquiátrica; en la gran mayoría el zen coaching logra solucionar ese tipo de problemas y reconstruir al individuo desde su naturaleza actual.
La prestigiosa web argentina MATERIABIZ publicó un artículo que se refiere a este tema, y que lo reproducimos a continuación para su conocimiento. Fuente: www.materiabiz.com
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¿Cuánto cuesta un mal jefe?
Para cambiar la calidad de las cosas que hacen las personas, es preciso cambiar la calidad de las personas que hacen las cosas. Un mal gerente no sólo afecta el ánimo de sus empleados, sino que también puede repercutir negativamente en la rentabilidad en la empresa.
En 1995, se publicó un interesante libro titulado “Lo que cuestan los malos jefes” (Grijalbo), que se refería al impacto indirecto que tiene la personalidad y el estilo de liderazgo de los gerentes sobre la productividad, costos, rentas y competitividad de la empresa. Si bien es cierto que este aspecto no es una realidad desconocida, se hace poco por cuantificar efectivamente esta variable, a pesar de que existen múltiples estudios que correlacionan la satisfacción en el trabajo con la productividad del colaborador, y ésta con las utilidades finales.
En Estados Unidos, por ejemplo, se reporta que uno de cada dos trabajadores tiene un jefe abusivo, mientras que cerca de un 20% se siente constantemente abusado emocionalmente en el trabajo. Esto definitivamente tiene efectos devastadores en el corto y largo plazo, pues se conoce que aproximadamente el 80% del clima laboral depende de la personalidad y estilo de liderazgo del jefe.
Los empresarios deben preguntarse por el costo real de un gerente que no es bien visto por sus colaboradores. ¿Cuánto influye en los resultados económicos un gerente indiferente a las mínimas expectativas de sus trabajadores? ¿Uno agresivo o chismoso? ¿Uno que no motive a sus empleados? Si bien pueden existir gerentes con estas características, que al mismo tiempo sean aparentemente exitosos en el logro de los objetivos económicos, la pregunta del millón es cuánto más se hubiera logrado de contar con el respaldo, identificación y compromiso de sus colaboradores.
También debemos preguntarnos más seriamente sobre la relación que existe entre la rotación, la fuga de talentos, el ausentismo, el índice de enfermedades psicosomáticas y la falta de compromiso, con la manera de dirigir de los jefes directos.
Son tiempos de dejar de lado la estereotipada y perjudicial idea de la eficacia económica a cualquier costo, pues no sólo puede representar un infierno para su capital social sino que también puede devorar la reputación de la organización en el mediano plazo.
Por Raúl De Lama. Docente de la Facultad de Administración, RR.HH y NNII de la USMP, Vicepresidente de la Sociedad Peruana de Psicología Organizacional.
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Son los COSTOS INTANGIBLES, sobre los cuales no nos cansamos de insistir.
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